Habitantes de la Mole Cemento: es hora de retomar la historia donde la dejamos. En el capítulo anterior ya relaté algunos de los momentos que más llamaron mi atención. Naturalmente, algunos invitados eran de relleno total, pero no nos dejemos llevar por la angustia existencial: por lo general la experiencia fue bastante positiva. De esta forma, el jueves, que en un principio me parecía que iba a ser totalmente desechable en cuanto a contenidos me dio una gran sorpresa. La expectación, por parte del público, era muy intensa. Por mi parte, sabía que los “profesionales” de la prensa rosa defenderían con argumentos creíbles su trabajo y su modo de vida, pero no a un nivel tan verosímil como el que utilizaron. Todos, absolutamente todos, estaban conformes con su trabajo : Antonio Montero realizó una defensa del “paparazzi” basándose en sus experiencias (la búsqueda de la realidad en un entorno más hostil de lo que aparenta -la metáfora de la “niebla” fue brillante). Sin embargo, zanjó con gran rapidez el asunto del derecho a la intimidad y el honor de las personas (lógico, esto se adentra en temas que no les conviene analizar a fondo, porque tienen todas las de perder). Lo mismo sucedió con el resto de invitados de la mesa: desde el relativismo del morbo y lo que es o no es de interés público pasaron de puntillas por temas delicados. Quizá sean paranoias, pero…¿cómo es posible defender que la vida íntima de las personas es noticiable? yo creo que la respuesta no es fácil, que ellos realizan una labor más rigurosa que sus “compañeros” de otras cadenas privadas, pero es defender lo indefendible: cuando tu discurso versa sobre vidas ajenas y posibles delitos contra la intimidad, es imposible no recurrir a lo moral, a la ética profesional. Ellos defienden ese relativismo que les da derecho a hacer su trabajo. En su discurso no dejaron de señalar que por muy idealistas que seamos a nuestra edad y que tengamos unas ideas “a priori” aprendidas en la facultad sobre qué es o no es periodismo, al final nos encontraremos con un mercado de trabajo que impone las reglas, que manda sobre todo. Defienden la utilidad de los programas del corazón para que los nuevos periodistas, “corderitos” de facultad, adquieran experiencia. Hasta aquí todo más o menos correcto, pero yo me pregunto qué es lo que podemos aprender persiguiendo a una recua de gentes que rozan el “border line”, mientras lanzamos preguntas obviamente antiperiodísticas (ejemplo: ¿qué tal estás? ¿dónde vas? ¿vienes mucho por aqui? etc). Sin olvidar además el maltrato físico y mental que muchos de estos gañanes y chaperos dispensan al /la sufrido/a reportero/a que seguramente esté de becario/a sin ver un duro. Los comienzos, todos lo sabemos, son muy duros en cualquier trabajo. Pero las nuevas generaciones de periodistas, creo (y no solamente yo), que tenemos derecho a reivindicar otros contenidos (que son posibles: hay mucha gente con ideas distintas y de calidad para trabajar en los medios) y una mayor dignidad en nuestra labor profesional. A pesar de que nadie nos escuche. Por otro lado,y para que quede claro, respeto las ideas de esos periodistas del “corazón” pero NO las comparto. Sinceramente espero que esta nueva clase de periodismo tenga fecha de caducidad y se sustituya por algo parecido al periodismo de servicios que inventó Pulitzer, por poner un ejemplo. En cuanto al resto de la jornada decidí saltarmela a la torera (lo lamento, Sonia Ferrer, pero te quedaste sin conocerme -risas de Dr. Maligno): todo exceso conduce a la crónica rosa (risas) y al aburrimiento. Aquel día opté por ir a clase, pero decidí asistir por la tarde al homenaje a Joaquín Luqui. Estuvo curioso, porque descubrimos muchas cosas desconocidas del conocido presentador de radio. Luqui realmente fue uno de esos genios que periódicamente surgen en los medios para engrandecimiento de la profesión: como es lógico tuvo sus detractores, pero no se puede negar que fue un gran comunicador: con sus más y sus menos, como todo el mundo. Los invitados, como ya era costumbre, fueron turnándose para relatar sus experiencias con el maestro. También hubo momentos emotivos y lágrimas amargas, pero la impresión sobre el homenaje fue positiva. Como conclusión, si bien el miércoles no fue un día especialmente acertado en cuanto a contenidos, el jueves mejoró bastante, pero no fue nada comparado con el viernes. Seguid atentos, que aún falta lo mejor por ver, en la última entrega de esta crónica. Un saludo Maligno para todos.

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